sábado, 31 de mayo de 2008

A la sombra de las muchachas en flor

Algunos extractos del segundo volumen del gran libro de Proust.

…siempre tomamos nuestras resoluciones definitivas basándonos en un estado de ánimo que no habrá de ser duradero.

…en amor nunca puede haber calma, porque lo que se logra es tan sólo un nuevo punto de partida para más desear.

…los productores de obras geniales no son aquellos seres que viven en el más delicado ambiente y que tienen la más lúcida de las conversaciones y la más extensa de las culturas, sino aquellos capaces de cesar bruscamente de vivir para sí mismos y convertir su personalidad en algo semejante a un espejo, de tal suerte que su vida, por mediocre que sea en su aspecto mundano, y hasta cierto punto en el intelectual, vaya a reflejarse allí: porque el genio consiste en la potencia de reflexión y no en la calidad intrínseca del espectáculo reflejado.

Todos necesitamos alimentar en nosotros alguna vena de loco para que la realidad se nos haga soportable.

Por lo general, vivimos con nuestro ser reducido al mínimum, y la mayoría de nuestras facultades están adormecidas porque descansan en la costumbre, que ya sabe lo que hay que hacer y no las necesita.

…en realidad nosotros no somos al modo de fábrica arquitectónica a la que se pueden añadir piedras desde fuera, sino árboles que sacan de su propia savia cada nuevo nudo de su tallo, cada capa superior de su follaje.

…porque sólo nosotros podemos dar a ciertas cosas, gracias a la creencia de que tienen una existencia aparte, un alma, que luego esas cosas conservan y desarrollan en nosotros mismos.

En busca del tiempo perdido. Marcel Proust.