miércoles, 29 de agosto de 2007

Saetas, breves decires, delirios al por menor. Serie Primera

Los monumentos al soldado desconocido son erigidos por los conocidos canallas que le enviaron al matadero.


Si queréis justificar vuestra ambición, elegid bien las palabras. Nunca digáis: hago esto por codicia, emprendo tal cosa por avidez de riquezas; decid: “yo, por el pan de mis hijos…” entonces cualquier tropelía está permitida, cualquier atropello encontrará su aprobación.


─ F., eres como un libro abierto.
─ Sí, aunque nadie lo entiende cuando lo lee.


“Dios nos dé trabajo”. Después de escuchar asiduamente esta frase desde niño, sigue sin convencerme. Dios, a mí, dame ocio, la olímpica facultad de elegir el hacer algo o el no hacer nada, según convenga.


Los que se congratulan cantando un himno en rebaño se regocijarán también, si se dan las circunstancias, suprimiendo a aquellas ovejas descarriadas e irredentas reacias a engrosar el coro.

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