domingo, 16 de septiembre de 2007

Saetas, breves decires, delirios al por menor. Serie Tercera

Me gusta esta sentencia capicúa: nada importa nada.


El eterno retorno de lo idéntico: esa especie de inmortalidad para ateos sin anclaje alguno en el mundo real donde el eremita de Sils-María incurre en el mismo tipo de superchería que tanto y tan bien se esforzó en evidenciar.


“Soy un místico y no creo en nada.” Gustave Flaubert. Difícil encontrar una autodefinición más certera.


Nietzsche es sublime cuando derriba, inaceptable cuando construye.


Usted es partidario del nihilismo.
No, yo no creo en eso.


Posible epitafio: “Quiso vivir. Raramente lo logró. Eso fue todo.”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Soy un místico, no creo en nada." Curiosa idea que define la esencia de muchos grandes místicos europeos -Böhme, Angelus Silesius, el maestro Eckhart-; pareciera que edifican vastas catedrales especulativas para disimular su orfandad espiritual y su desasosiego. Frases como "Para llegar a Dios hay que destruir a Dios" no sólo refutan cualquier ortodoxia; parecen ocultar una apatía y acaso un descreimiento de fondo...

F. dijo...

"pareciera que edifican vastas catedrales especulativas para disimular su orfandad espiritual y su desasosiego". Acaso esto pudiera aplicarse a otros talentos especulativos sin contaminaciones de la mística, esos filósofos del sistema (Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, Hegel o el mismo Schopenhauer) que se empeñaron en embutir la realidad en unos cuantos párrafos, en codificar el universo, radiografiar la vida y ésta, caprichosa, rebelándose siempre, reventando las costuras del hermoso y bien proporcionado traje donde todo parecía encajar tan bien...

ami dijo...

La vida, esa cosa que te sucede mientras planeas lo que quieres que te acontezca en la vida. Y, claro, ella que funciona por libre, discurre por su propio cauce, sin el menor miramiento hacia nuestros planes.