lunes, 28 de enero de 2008

Pensamiento en la tarde solitaria

El solo pensamiento,
la sola imagen,
que el cerebro engendra
y el deseo inflama
de nuestras lenguas y nuestros labios
pugnando en húmeda e incruenta lid,
de nuestras manos
deslizándose por los estremecidos recovecos
disgregados por los senderos ocultos
de nuestra ávida piel,
derriba los bastiones de mi mente
y convierte en su sierva
mi voluntad.

martes, 22 de enero de 2008

Derrota

Derrota*

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo («Ud. es muy quedado, avíspese, despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada en cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi
flotación, mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final.

Rafael Cadenas


* He conocido este poema gracias a la publicación del mismo que aquí ha hecho Nickcave30.

Una visión del trabajo contemporáneo

La abundancia de objetos de consumo que se observa en las metrópolis industriales apenas llega a encubrir la más profunda frustración e infelicidad creada en los individuos por este sistema que hace progresar sus insatisfacciones a ritmos muy superiores a los pobres medios de consolación que ofrece para colmarlas. Frustraciones que culminan en la paradoja de que existiendo conocimientos técnicos y científicos que permitirían mejor que nunca a los individuos disfrutar de la vida y desarrollar libremente su personalidad, el tipo de sociedad en que vivimos impone cada vez más trabas para ello.

Los individuos no sólo pueden tratar de evadirse a sus frustraciones íntimas, a sus dudas acerca del sentido de la vida o de su propia identidad dando rienda suelta a su ansia de apropiación y de ostentación participando, en la medida que se lo permite su capacidad adquisitiva, en la carrera del consumo. El sistema ofrece otra vía de evasión complementaria a la anterior: la de entregarse a la práctica compulsiva de un trabajo alienante. Este impulso interior que empuja a los individuos hacia un trabajo no gratificante ―que al decir de Fromm ha constituido “una fuerza productiva” no menos importante que la máquina de vapor o el uso de la electricidad― ha entrado en juego precisamente cuando el proceso de secularización de los conocimientos había despojado al trabajo de su antiguo significado ritual que lo hacía más llevadero y cuando el trabajo industrial desplazaba a aquél otro más completo y creativo de los artesanos. Es precisamente cuando el trabajo aparece reducido a unidades de tiempo y esfuerzo en las que se agota la vida de los individuos, cuando la ideología dominante empieza a reforzar su impulso masoquista hacia ese trabajo alienante, ensalzando como un hecho altamente estimable su dedicación a él y glorificándolo al atribuirle la gracia de ser fuente de todo valor. Pues es sobre este patrón de comportamiento sobre el que se asienta el actual modelo de sociedad, que prefiere el mundo muerto de las máquinas a la diversidad de los organismos vivos o la obediencia asegurada del robot a las reacciones imprevisibles del ser humano, tratando de reducir a éste a la calidad de aquél.

La economía en evolución. José Manuel Naredo.


jueves, 17 de enero de 2008

La Maga del Sur

La encontré en Utopía,
inequívoco indicio
de contacto singular,
presagio certero
de porvenir halagüeño.


Su frágil aspecto
no delataba la fortaleza de su espíritu
ni la reciedumbre de su voluntad.
Inaccesible al desaliento,
desconocedora del desánimo,
vive imbuida de fiebres, de magias, de señales,
con ellas se hurta
al realismo áptero, grosero,
a las apariencias vanas, erróneas, mendaces
donde el resto
nos aherrojamos complacidos.


Es su gesto sereno,
su ademán, firme,
propio de aquellos
que han circunnavegado sus océanos interiores
y resuelto sus enigmas.
Convoca en torno suyo
un raro sosiego
incitador de confesiones,
estimulador de conciencias,
avivador de capacidades adormecidas.


Ante ella
nada valen los miedos,
nada las convenciones, las normas, los deberes,
esos refugios donde se acomodan
los espíritus de vuelo raso,
nada mis pueriles intentos de desacreditar la vida.


Me ha elegido a mí,
que no creía ser uno de los predilectos de la Fortuna,
esa diosa tan caprichosa.
Ahora mi vida será de color fucsia,
como la poesía.

Saetas, breves decires, delirios al por menor. Serie Séptima

Dos temas cargantes a la hora de leer: recuerdos de infancia y relatos de sueños.


Prefiero los escritores que escriben mierda y no excrementos, inmundicia o porquería; los que emplean follar o joder en vez de hacer el amor o copular. Creo que esto, el utilizar un lenguaje directo sin ampulosidades ni ambages, previene del uso de expresiones como daños colaterales, cuando se habla de asesinatos de inocentes; soluciones habitacionales referido a casas que son ratoneras indignas de una persona; recurso humano por trabajador, como si fuese una mera parte más de la maquinaria de la empresa o denominar privaciones sensoriales a lo que son simples torturas. En definitiva, me gustan los escritores que no embellecen la realidad con eufemismos ni la ocultan por medio de expresiones asépticas presentadas con pretensiones de una supuesta neutralidad moral, pero, sobre todo, me gustan los escritores que saben escribir que, en contra de lo que pudiera parecer, no son muy abundantes.


Sin la mujer no es posible la felicidad.


Esa gente incapaz de comprender que el que uno se ría de sí mismo delante de otros no significa que los demás también puedan hacerlo.


Cuando uno se rodea de las personas idóneas, los pequeños inconvenientes de la vida, que tantas veces nos parecen infranqueables, se diluyen.


En ocasiones, y para ciertas personas, es más difícil ser feliz que abandonar su sufrimiento.


No como el junco, sí como el espigón, y si no logras resistir el embate del viento y de las olas, al menos habrás cumplido tu destino.

martes, 1 de enero de 2008

Saetas, breves decires, delirios al por menor. Serie Sexta.

Pesimista al enjuiciar la realidad, optimista al encararla.


Sobre los mítines. ¿Qué se puede esperar de una reunión a la que los asistentes acuden predispuestos a agitar banderas y aplaudir, a jalear y vitorear a un orador en cuanto éste se pone a vociferar independientemente del contenido de sus berridos, todo ello amenizado por una música repetitiva y machacona y ambientado con la repetición de eslóganes de pacotilla, gigantescas imágenes de jetas —retocadas para la ocasión— de sonrisa autocomplaciente y de vulgares recetas para la felicidad de la patria, grande o chica?


Sólo quien sabe apreciar las cosas que se le entregan sin esfuerzo merece que hagamos el esfuerzo de entregárselas.


La religión y el Dios del amor lo primero que solicitan a sus adeptos al entrar en uno de los locales destinados al culto de tan preclara doctrina es la prosternación ante el sagrado tabernáculo. Quien ama a alguien no le hace arrodillarse ante sí.


Mundo real y mundo propio. Convertir en realidad nuestro mundo propio y lograr apropiarnos del mundo real.


Hay que desaconsejar el trabajo, derribarlo de su pedestal, despojarlo de su condición de incontestable dogma contemporáneo, aceptado, casi universalmente, sin la menor crítica, quizás así se convierta en lo que debe ser: una actividad destinada a subvenir nuestras necesidades vitales que no coarte ni determine nuestra existencia por completo ni decida, por sí misma, lo que como personas somos o dejamos de ser.


La verdadera modestia no implica el menosprecio de los propios méritos.