jueves, 17 de enero de 2008

Saetas, breves decires, delirios al por menor. Serie Séptima

Dos temas cargantes a la hora de leer: recuerdos de infancia y relatos de sueños.


Prefiero los escritores que escriben mierda y no excrementos, inmundicia o porquería; los que emplean follar o joder en vez de hacer el amor o copular. Creo que esto, el utilizar un lenguaje directo sin ampulosidades ni ambages, previene del uso de expresiones como daños colaterales, cuando se habla de asesinatos de inocentes; soluciones habitacionales referido a casas que son ratoneras indignas de una persona; recurso humano por trabajador, como si fuese una mera parte más de la maquinaria de la empresa o denominar privaciones sensoriales a lo que son simples torturas. En definitiva, me gustan los escritores que no embellecen la realidad con eufemismos ni la ocultan por medio de expresiones asépticas presentadas con pretensiones de una supuesta neutralidad moral, pero, sobre todo, me gustan los escritores que saben escribir que, en contra de lo que pudiera parecer, no son muy abundantes.


Sin la mujer no es posible la felicidad.


Esa gente incapaz de comprender que el que uno se ría de sí mismo delante de otros no significa que los demás también puedan hacerlo.


Cuando uno se rodea de las personas idóneas, los pequeños inconvenientes de la vida, que tantas veces nos parecen infranqueables, se diluyen.


En ocasiones, y para ciertas personas, es más difícil ser feliz que abandonar su sufrimiento.


No como el junco, sí como el espigón, y si no logras resistir el embate del viento y de las olas, al menos habrás cumplido tu destino.

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