lunes, 3 de diciembre de 2007

Estanco (fragmento)

Dedicada a Nickcave30, asiduo, agudo y generoso transeúnte y glosador de estas intranscendentes bagatelas de La realidad invisible.

Estanco (fragmento)

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.


Ventanas de mi cuarto,
del cuarto de uno de los millones del mundo que nadie
sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, verdadera, desconocidamente verdadera,
con el misterio de las cosas debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.


Hoy estoy vencido, como si supiese la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morir,
y no tuviese más hermandad con las cosas
que una despedida, convertidos esta casa y este lado de la calle
en la hilera de vagones de un tren, y silbada su salida
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos al partir.


Hoy estoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
al Estanco del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.


Fracasé en todo.
Como no tenía propósito alguno, tal vez todo fuese nada.
Del aprendizaje que me dieron
me descolgué por la ventana de las traseras de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual a la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?


¿Qué sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Genios? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños tan genios como yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe?, ni a uno sólo,
ni quedará más que estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?
No, ni en mí…
En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
no habrá a esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
−sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas−,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni llegarán a oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
y no de quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que todo cuanto Napoleón hizo,
he estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo.
He hecho en secreto filosofías no escritas por ningún Kant.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre
el que no nació para eso;
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abrieran la puerta junto a una pared sin puerta,
y cantó la cantinela del Infinito en un gallinero
y oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrame la Naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, ese viento que me busca el cabello,
y lo demás, que venga si es que viene o ha de venir, o que no venga.
Esclavos por el corazón de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

[…]

Álvaro de Campos. Fernando Pessoa

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por esta inesperada y conmovedora dedicatoria. Bellísimo poema; me has dado, como se dice, en el centro del corazón (cuyo nombre es naufragio).

También quería matizar mi comentario del anterior post, pues entiendo que ha sido poco delicado. No quería ni por asomo sugerir que la poesía que traes aquí sea mala. Todo lo contrario, es excelente. Y encuentro en esa poesía, que no acostumbro a leer, porque me muevo en otros pagos, hallazgos soberbios, destellos, tesoros que no sospechaba. Mis gustos poéticos se mueven entre Pessoa, Alejandra Pizarnik, Ana Ajmátova, Paul Celan, Dickinson, Vallejo, Michaux y entre los españoles, Gamoneda, Olvido García Valdés, Ada Salas, Chantal Maillard (¡mi favorita!); por eso, volver a Machado es siempre refrescante.

Un abrazo y sigue así