jueves, 25 de septiembre de 2008

Zoltan


Tenía sus dibujos dispuestos sobre la repisa de la ventana de una sucursal bancaria. Me llamaron la atención y me aproximé a observarlos un poco más de cerca. Eran dibujos de edificios antiguos: plazas, construcciones religiosas y otros rincones curiosos de esta ciudad. Se acercó a nosotros para informarnos de los emplazamientos exactos de las edificaciones así como para contarnos algo de su historia.

Su aspecto era un tanto desastrado. Barba poblada, larga y blanca, gorra de patrón de barco, profusamente abrigado a pesar de la agradable temperatura ambiente, límpidos ojos azules en una cara de tez excesivamente rubicunda, acaso por la frecuentación de bebidas espirituosas, como delataba su aliento. Manos de uñas largas, sucias y descuidadas que culminaban unos dedos nicotínicamente amarillentos. Hablaba un perfecto castellano con un poco de acento lo que, unido a su aspecto nórdico, denotaba un origen lejano del Ruedo Celtibérico.

Después de guiarnos, con la falsilla de sus dibujos, a través de las peculiaridades arquitectónicas de esta pequeña ciudad cuyo casco antiguo posee cierta belleza, empezamos a intimar un poco. Supongo que atisbó la curiosidad generada por su persona en nuestra cara y, quizás, nos consideró aptos para cierto tipo de confidencias y expansiones. También puede ser que haga lo mismo con todo aquel que se detiene, curioso, a contemplar sus dibujos.

Zoltan habla cuatro idiomas. Nos relató que su madre, de pequeño, le había enseñado francés. “El segundo idioma es el difícil de aprender, los siguientes son fáciles”. Es por esta capacidad idiomática suya por lo que considera a San Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín, como su patrón, y nos estuvo explicando ciertas peculiaridades de su iconografía, como la de que suele representársele con gafas y un cachorro de león. Vivió en Italia, donde estuvo casado, aunque ni él quiso ahondar en el tema ni nosotros tratamos de inquirir más sobre el asunto.

Surgieron temas muy diversos. Es aficionado a la numerología y al tarot. “Yo creo que la curiosidad es muy importante en el hombre”. Se lamentaba de que la gente ni conocía ni se interesaba por conocer la historia y acontecimientos pasados de los lugares en los que viven. A unos metros de donde nos encontrábamos hay una peculiar catedral de la que nos explicó sus orígenes, su historia y su conformación. En la parte delantera de la catedral, culminando el muro que rodea la escalinata de acceso, hay una estatua que representa a un niño abriendo las fauces de un león. Para ilustrarnos sobre el significado de esta estatua, Zoltan extrajo de su bolsillo un tarot de 120 años de antigüedad y nos mostró la carta denominada “La fuerza”. En dicha carta aparece una mujer abriendo las fauces de un león, “también se suele emplear la figura de un niño para esta carta” y su significado es: “que cualquiera, incluso una persona débil, o aparentemente débil, puede vencer las resistencias y dificultades si posee el tesón y la fuerza de voluntad necesarias”. A esta estatua le agregaron con posterioridad una cruz en su parte trasera para cristianizar la figura. Zoltan está intentando diseñar un tarot con las figuras de piedra dispersas por la ciudad.

Las escasas —y sufridas— personas que siguen las precarias andanzas de este inconstante bloguero, saben de mis ínfimas dotes sociales y de la atonía general de mis experiencias. Imaginaos lo que debió de sentir alguien como yo, antes que nada amante de la literatura y los libros, cuando, en plena calle, ante mí, un húngaro se puso a recitar los primeros versos del Cantar de Mío Cid en su versión original. Añadidle a esto que este hombre, de luenga barba blanca, gorra de marinero viejo y sabio, no se limitó a repetir unos versos aprendidos de memoria sino que nos brindó una interpretación en toda regla, al estilo lizanesco, exorbitando los ojos y haciendo jeribeques mientras recitaba:

De los sos ojos      tan fuertemente llorando,
tornava la cabeça       i estávalos catando.
Vío puertas abiertas       e uços sin cañados,
alcándaras vázias       sin pielles e sin mantos
e sin falcones       e sin adtores mudados.
Sospiró mio Çid,       ca mucho avie grandes cuidados.
Fabló mio Çid       bien e tan mesurado:
“grado a ti, señor padre,       que estás en alto!
Esto me an buelto       mios enemigos malos.”



Luego nos refirió que él había sido el primero en traducir el Cantar de Mío Cid desde su versión original al húngaro, para lo cual había tenido que estudiarse prácticamente todos los versos uno a uno. “Enemigos malos, no quiere decir malos enemigos, ya que todos los enemigos son malos sino que, a diferencia de los enemigos buenos que arremeten de frente, cara a cara, los enemigos malos son los que atacan por la espalda, a traición, los que dan la puñalada trapera.”

Le compramos esta representación de San Jerónimo, su patrón, que, aunque seguramente no ingresará en los anales de la Historia del Arte, la conservaremos siempre con un especial cariño.








Feliz cumpleaños J.C.

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