lunes, 1 de octubre de 2007

Spleen


Yo soy como el monarca de un lluvioso país,
rico, pero impotente, joven, pero decrépito,
que huyendo de sus ayos que le hacen reverencias
se aburre con sus perros y demás animales.
Nada puede alegrarlo, ni capturas, ni halcones,
ni su pueblo que muere al pie de su balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
ya no distrae la frente de este enfermo cruel;
su blasonado lecho, en tumba se convierte,
y las doncellas que hallan hermoso a cualquier príncipe,
no aciertan a encontrar la indumentaria impúdica
que obtenga una sonrisa del joven esqueleto.
El sabio que fabrica su oro, nunca ha podido
extirpar el humor que corrompe su ser,
y en los baños de sangre heredados de Roma
que, cuando ya son viejos los grandes recuperan,
no ha sabido templar ese torpe cadáver,
donde hay, en vez de sangre, verde agua del Leteo.

Las flores del mal. Charles Baudelaire

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