martes, 6 de noviembre de 2007

Futuro, vanidad

Pienso en ocasiones qué será de este pobre cuaderno virtual mío en un futuro. Me refiero a un futuro lejano, dentro de unos cien años por especificar una cifra. Dada la vertiginosa velocidad a la que hoy todo cambia, periclita o perece no es del todo segura la permanencia de registros informáticos como esta gavilla de menudencias sin demasiado fuste que me empecino en arracimar. ¿Se perderán todos estos millones de bitácoras con los sueños, reflexiones, vivencias, delirios de tanta gente al igual que desconocemos las de tantas embarcaciones varadas en el fondo del océano convertidas en pecios? ¿Seguirán siendo accesibles, sobrevivirán a las evoluciones tecnológicas pasados un puñado de años? ¿Se establecerá una especie de gran archivo universal donde se alojen y organicen todos los documentos de este cariz para que los arqueólogos, eruditos y hermeneutas futuros husmeen en nuestras vidas, diseccionen nuestras almas, cataloguen nuestros sueños y les endosen un marbete a nuestros usos y costumbres? Dice Nietzsche que en la querencia e interés por el pasado buscamos descansar de todo hoy. Esto me parece aplicable a los pronósticos sobre el futuro, tanto si son halagüeños como si son agoreros, descansamos con esta sibilítica ocupación de los sinsabores e incongruencias del presente fantaseando con un futuro que cuando se convierta en presente seguramente será más de lo mismo.

Ya no creemos en Dios ―bueno, hay algunos recalcitrantes que no se han enterado todavía de la muerte de este Señor pero seguramente no se detendrán en estos parajes invisibles― ni en la inmortalidad del alma ni en ningún tipo de vida ultramundana, hemos derribado todas las estatuas y todos los ídolos para sustituirlos por otros más absurdos y opresivos en ocasiones, sin embargo… No, no nos resignamos a perecer del todo, nos tranquiliza saber que alguien tendrá noticias de nuestro deambular por la vida cuando nos hayamos reintegrado a la nada originaria, nos reconforta la idea de que se interesarán en nuestras zozobras, nuestros triunfos, en nuestros júbilos tanto como en nuestras desdichas. “Vanidad de vanidades y todo es vanidad”, la vanidad humana es una de las pocas cosas ajenas a la mesura, desoímos las advertencias de los libros sabios, seguiremos por siempre persiguiendo humo, empleando esfuerzos y energías en establecer las condiciones que exacerban nuestra esclavitud desdeñando construir un mundo más habitable y humano, a la medida del hombre y no de las cosas creadas por el hombre: coches, aviones, máquinas, ruidos, vanidad, humo.

Me gustaría dirigirme ahora a ti, lector, exhumador binario, arqueólogo cibernético, hermeneuta virtual o quienquiera que seas llegado a esta humilde morada de eremita desde un futuro donde no quede memoria ni de uno ni de los que, por fortuna o por desgracia, le conocieron. Si te has demorado en este recodo del camino, tan real como inexistente, intuyo que serás un poco como Steppenwolf, un tanto taciturno, atribulado y pensativo con leves momentos de entusiasmo que no logran arraigar. Te gustará andar por las nubes todo el día, nefelibatas nos motejó Rubén Darío, escuchando tu monólogo interno que se te convierte en diálogo con frecuencia. Soñarás con armonías imposibles en mundos inexistentes, no comprenderás a los que te rodean porque ellos no te pueden comprender a ti y te considerarás la persona más normal sobre la faz de la Tierra porque eres distinto a todos. Te mostrarás circunspecto, por respeto y por timidez, ante los otros y se creerán que te tomas a ti mismo muy en serio cuando no haces otra cosa que desmontarte continuamente, y contigo al mundo. Tu sentido de la ironía te permitirá sonreírte de todas tus jeremiadas, fruto de cierta coquetería, aunque no te puedas resistir a abandonarte un rato a ellas. Acaso tu época sea más injusta, absurda e insustancial aún que la nuestra y los dicterios e invectivas propinados por uno a nuestra hermosa sociedad del espectáculo grandilocuente y vacuo te resulten incomprensibles, exageradas, sin justificación. Te envío un saludo desde 2007. Uno también ha intentado vivir. Siempre hay que hacerlo.

No hay comentarios: